"El olor de la tierra exalta nuestras raíces"

viernes, 6 de junio de 2008

"El olor de la tierra" - Post 4

El individuo, la sociedad, la propiedad privada y el desarrollo personal

El Mercado, mecanismo para conjugar los intereses sociales y personales.

Si partimos que el centro está en el individuo, con sus propiedades y capacidades, que inmerso en una sociedad con reglas básicas para su funcionamiento en aras de permitir el mayor grado de libertad individual, de capacidad de desarrollo personal y de asunción de riesgos y premios por parte de sus intervinientes, el Mercado libre es la única forma posible de conseguirlo. Cualquier sociedad intervenida impide que sus individuos maximicen su utilidad o bienestar.

El socialismo, exponente máximo de intervencionismo, antepone a la sociedad por delante del individuo. Con la excusa de conseguir la igualdad social, como si eso no fuera absolutamente antinatural y por tanto antiecológico, propugna la propiedad colectiva de todos los bienes de producción y el control democrático de las estructuras políticas civiles por parte de los ciudadanos. La propiedad colectiva de los bienes de producción impide determinar el precio exacto de intercambio de las cosas. No todos los propietarios dan el mismo valor a sus propiedades y por tanto no todas tienen el mismo valor. No todos los demandantes dan el mismo valor a sus necesidades y por tanto no todos los bienes valen lo que su precio marca. Colectivamente, democráticamente, no se puede determinar un precio o valor.

El judío Karl Marx fue el teórico del socialismo. En su obra más importante, El Capital, determina el valor de los bienes por las horas de trabajo incorporadas, cuyo valor está predeterminado o fijado como el coste de reposición del trabajador, alimentos y vestimenta, para que pueda seguir trabajando al día siguiente. La base de su valor, el trabajo, parte ya condenado, intervenido. A los trabajadores les vende la propiedad de los bienes de producción y los condena a que su valor personal sea su reposición diaria para seguir siendo trabajadores. Todos iguales.

La plusvalía como estigma de lo malo, de lo perverso del capitalismo explotador. La prosperidad es trabajar menos y cobrar más. Pues bien la plusvalía entre lo necesario en trabajo para reponerse y el trabajo realmente realizado hay que destinarla. ¿Cómo?, ¿Democráticamente?, ¿Qué hacemos?, invertimos la plusvalía en maquinaria para obtener mejor capacidad de producción, invertimos la plusvalía en comer mejor y vivir mejor, invertimos la plusvalía en culturizarnos. Según donde invirtamos la plusvalía tendremos más o menos capacidad de producción en el futuro y por tanto mayor o menor nivel de vida. ¿Quién lo decide?, el colectivo. Todos tienen las mismas necesidades, todos tienen las mismas sensibilidades. Con los bienes de producción colectivizados y el control democrático de las estructuras políticas civiles, ¿Por qué tengo yo que trabajar más horas de las que necesito para reponerme? ¿Por qué tengo que generar una plusvalía social?

La planificación, el gran intervencionismo. Alguien, por el bien social, determina el qué, el cuando y el cómo. El individuo sometido al bien social. El planificador asigna recursos, tiempos y personas con su vara de medir reposiciones y plusvalías sociales. La máxima anti natura “De cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades”. Las posibilidades y necesidades determinadas por el planificador.

El coste de oportunidad vital de los individuos hecho trizas.

Se decía: “El Director General de General Motors, que tiene una plantilla de 1.000.000 de trabajadores, cobra 1.000.000 $ al mes. Socialicemos las plusvalías, repartamos en aras de la igualdad el salario del explotador entre los trabajadores y tendremos un incremento de 1$ por trabajador”.

Los inversores verán mejor un Director General que obtenga beneficios con los que rentabilizar su inversión y los trabajadores deberían ver mejor un Director General que sea eficaz en su gestión y abra mercados que garanticen sus puestos de trabajo y el beneficio para que los capitalistas inviertan en la empresa.

Un posible Director General eficaz no se meterá en fregados de este calibre para reponerse cada día con alimentos y vestimentas.

El mercado, en contra de la economía planificada, permite a todos y cada uno de sus intervinientes, tanto a oferentes como a compradores, determinar continuamente el precio por el cual están dispuestos a intercambiar bienes, servicios y trabajo, consiguiendo así un mayor grado de utilidad/felicidad individual, un mayor grado de realización personal y por tanto, como diría Wilfredo Pareto, si nadie se perjudica y alguien es más feliz, conseguimos un mayor grado de bienestar social.

Me explicaré


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